viernes, 28 de diciembre de 2012

La oferta y la demanda.


La dura situación en la que se encuentran las empresas y el mercado laboral español ha incidido en una mayor exigencia de las compañías a la hora de buscar profesionales para mejorar la calidad de su plantilla.
Es la ley de la oferta y la demanda.
Cada vez hay más demandantes de empleo y menos oferta, luego los empleadores pueden permitirse exigir más.
1. Idiomas:
Las empresas coinciden en esta exigencia. En un mundo globalizado, con empresas multinacionales, acuerdos entre empresas de diferentes países y un flujo de importaciones y exportaciones constante, el conocimiento de idiomas se convierte en la llave que abre la puerta a puestos en las empresas que más crecen.
2. Capacidad de adaptación:
Una cualidad imprescindible en los ejecutivos, ya que permite una mejor integración y relación de los equipos de trabajo, clientes y proveedores. La alta tolerancia a los cambios y pronta adaptación a ellos es una virtud muy deseada por los empresarios.
3. Lealtad:
Las empresas buscan candidatos familiarizados con los códigos de conducta dentro de la organización, y las personas con experiencia dentro de la empresa son la rentabilización de una inversión que ya se ha realizado.
4. Polivalencia:
Un empleado con habilidades en diferentes campos y que pueda desempeñar trabajos en diversos puestos y abarcar más fases dentro del proceso de producción.
5. Habilidad financiera y presupuestaria:
Una tendencia cada vez más extendida es la búsqueda de candidatos con una capacitación financiera y aptitudes administrativas, con independencia del área de formación o especialización.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Fracaso Escolar/Abandono Escolar


JUAN CARLOS RODRÍGUEZ IBARRA 06/08/2011.
El 31,2% de los jóvenes españoles no concluye la Secundaria, más del doble que la media europea. Este dato debería provocar alarma en la sociedad española y en los responsables educativos del Gobierno central y de las comunidades autónomas. Y así parece ser cuando los candidatos a presidir el Gobierno de España lamentan públicamente esta situación e idean fórmulas para reintegrar de alguna manera a esos "fracasados" en el sistema educativo, aunque sea compatibilizando trabajo y formación escolar. A esta cifra tenemos que unir la del abandono de estudiantes universitarios. Según el Informe Fedea, el porcentaje de alumnos que abandonan sus estudios en el segundo curso de la carrera que decidieron estudiar es del 32%.
En España, 31 de cada 100 jóvenes de 16-18 años dejan sus estudios de secundaria
Todavía no están explicitadas las razones que llevan a un alumno universitario a dejar los estudios a mitad de graduación.
A nadie se le oculta que el proceso de Bolonia no ha hecho fortuna en la Universidad española. Lo cierto es que los alumnos, a diferencia de lo que ocurría en los años setenta y ochenta, se han cargado de créditos en forma de materias cuatrimestrales que les supone afrontar cursos escolares con 10, 11 y hasta 12 asignaturas, algunas de las cuales solo tienen una relación muy somera con los estudios elegidos, hasta tal punto que no es hasta el tercer curso cuando el estudiante empieza a entender que las materias que cursa son verdaderamente útiles para su futuro profesional.
Cuando los estudiantes se decantan por cursar determinadas carreras universitarias y se encuentran con que en los dos primeros cursos tienen que examinarse de contenidos que, aparentemente, no tienen casi nada que ver con lo que ellos esperaban, no es extraño que la deserción se produzca por la sencilla razón de que creyeron que se equivocaron de estudios.
¿Y por qué tantas asignaturas? Porque no existe Universidad capaz de eliminar aquellas que solo representan una pesada carga para quienes tienen que cursarlas, sin que se llegue a entender qué utilidad específica tienen para los estudios que el estudiante realiza.
Aquí, de nuevo, vuelve a hacer acto de presencia el sentido corporativo de la Universidad, protegiendo al profesor necesitado de créditos frente a los intereses del alumno.
Ese abandono del 32% le supone a los españoles un gasto de 1.400 millones de euros que, sin duda, vendrían muy bien para aumentar el porcentaje del PIB que el Estado dedica a la política de becas y que, aún, se sitúa lejos de la media europea -0,09% del PIB, frente al 2,5%-.
Los españoles somos exigentes a la hora de juzgar retrasos injustificados en servicios públicos, tales como llegadas y salidas del AVE, líneas aéreas, espera para intervenciones quirúrgicas, tramitación de expedientes administrativos, etcétera y, sin embargo, somos absolutamente pacientes y comprensivos con las demoras que se producen en la duración de los estudios universitarios de los jóvenes españoles.
Antes de Bolonia, un 70% tardaba, en promedio, dos años más de los requeridos para completar una licenciatura.
Ello implica un despilfarro anual de casi un 0,15% del PIB.
Además, nuestra economía pierde competitividad con ese desfase, puesto que los países con los que competimos mantienen unas tasas de cumplimiento del tiempo estipulado para concluir los estudios universitarios que no se compadecen con las españolas.
Mientras un 70% de nuestros alumnos siguen dos años más en las aulas universitarias, los estudiantes de otras latitudes se incorporan a la actividad productiva o investigadora a su tiempo, sin que se tenga conocimiento de que el nivel de inteligencia de estos últimos sea superior al de los primeros.
A diferencia de lo que ocurre con la sanidad, cuando un paciente ingresa en un centro sanitario, el médico que lo atiende se responsabiliza de la suerte de ese paciente, individualiza su tratamiento, intenta corregirlo cuando no se aprecian avances significativos en el proceso de curación, expone el caso en sesiones clínicas cuando los tratamientos no surten efecto y, en última instancia, solicita ayuda de otros colegas cuando se siente impotente para atajar el mal.
Por el contrario, en la Universidad las cosas se conducen de distinta manera, dándose el caso de alumnos que asisten atónitos al espectáculo de asignaturas donde la media de aprobados no supera el 10%, siendo necesarias cinco o seis convocatorias para aprobar un temario que casi nadie consigue superar al primer o segundo intento. Y, puesto que quienes acceden a los estudios universitarios han tenido que transitar un largo itinerario coronado con una selectividad, no es admisible que el tiempo necesario para concluir unos estudios programados para cuatro o cinco años se sobrepase en casi el 50% del tiempo estipulado.
¿Y qué ocurre con el fracaso escolar en secundaria?
Estamos hablando del 31%. Si se considera que continuar el itinerario educativo, hasta concluir con un máster, un doctorado o una formación profesional de segundo grado, es un camino seguro para tener cierto futuro profesional y laboral, habrá que preguntarse por las causas que animan a 31 de cada 100 jóvenes entre los 16 y los 18 años a abandonar ese camino seguro.
Sin duda, dentro de ese porcentaje se encontrarán jóvenes cuyo grado de inteligencia se aleje de los niveles medios, lo que les podría dificultar seguir unos estudios para los que no estén totalmente capacitados. Cualquiera que haya pisado un aula escolar sabe que ese porcentaje es mínimo e insignificante para lo que se discute, que no es otra cosa que averiguar las razones profundas por las que un joven, recién salido de la adolescencia, decide abandonar lo que, se supone, es el recorrido necesario para su futuro más cierto.

El abandono puede deberse a dos circunstancias: que el alumno, sabiendo que lo que le han dicho del itinerario es verdad, rompe con las certezas y emprende otro camino lleno de incertidumbre y que no se sabe adónde le conducirá; o bien que no se cree que un itinerario escolar sea el mejor camino para llegar al sitio que él tiene en su cabeza.

En el primer supuesto, no cabe duda de que estamos ante un joven que gusta del riesgo, puesto que abandona lo seguro para adentrarse en un mundo proceloso y menos marcado que el escolar. Tratar de devolverlo al aula es un empeño inútil por cuanto es evidente que ese no es su sitio. Resultaría más provechoso, para él y para la sociedad, que se tratara de averiguar qué sueño, qué ilusión, qué proyecto pasa por la cabeza de quien abandona lo cierto para adentrarse en lo incierto. Si lo descubriéramos, y financiáramos, habríamos encontrado yacimientos de empleo y de riqueza que ni siquiera imaginamos. En las Administraciones españolas deberían existir gabinetes encargados de averiguar los sueños jóvenes de aquellos que tomaron derroteros distintos de los que la ortodoxia aconseja.

En el segundo supuesto, aquel donde el alumno ha creído descubrir que los estudios reglados no son el camino que conduce al éxito laboral o profesional, estamos ante un grupo de jóvenes que ha adivinado lo que, más tardíamente, comprueban cientos de titulados universitarios que, tras años de estudios, acaban por incorporarse a la vida laboral en actividades que nada tienen que ver con aquello para lo que se formaron y prepararon. A este segundo grupo habría que sondearlo porque, al final, puede que resulten ser los más listos de la clase, en contra de lo que se predica.
La historia está llena de personajes brillantes que fracasaron o abandonaron sus estudios no por falta de inteligencia sino por exceso de imaginación. También abundan los ejemplos contrarios.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura de 1982 a 2007.

Abandono escolar
JOAQUIM GUEROLA OLIVARES (Catedrático de Matemáticas y director del Instituto Ausiàs March de Barcelona) 29/08/2011
En su artículo del día 6 de agosto, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, con el fin de luchar contra el abandono escolar, propone la supresión de las asignaturas que no tengan una utilidad específica o una relación directa con la titulación que se persigue.
Parece olvidar que la persona es una entidad compleja cuyas capacidades deben ser estimuladas por la escuela, el instituto y la universidad a través del estudio sistemático de diversas materias, si queremos que nuestros alumnos alcancen la madurez necesaria para afrontar la vida tanto en el ámbito de lo personal como de lo laboral.
La formación desde este punto de vista se asemeja al proceso constructivo de un edificio. Mientras dura hay que utilizar de forma imperativa muchas herramientas que una vez finalizado se desechan. Existen materias del currículum que solo aparentemente son inútiles. Tienen efectos positivos claros una vez finalizados los estudios, aunque no tengan entonces una utilidad práctica. Con esos razonamientos llegaría a ser "razonable" suprimir el estudio del complemento directo, de la Revolución Francesa o del concepto de integral. Se ahorraría no poco dinero pero a costa de renunciar precisamente a la lucha contra el abandono y el fracaso escolar. Desde las instituciones y desde la propia sociedad hay que prestigiar el estudio de los saberes como estrategia de desarrollo personal. Algunos de ellos no son fácilmente alcanzables, requieren esfuerzo, dedicación y sacrificio.


viernes, 14 de diciembre de 2012

«Prefiero morirme antes que volver al instituto»

«Prefiero morirme antes que volver al instituto»
ABC reúne testimonios de víctimas de acoso escolar, un drama invisible que sufren miles de niños en España
MANUEL TRILLO / MADRID
Día 18/11/2012 - 10.59h
«Prefiero morirme antes que volver al instituto»

ISABEL PERMUY
Cuando Javier supo por las noticias que una menor se había quitado la vida en Ciudad Real porque otros escolares le hacían la vida imposible, no pudo evitar estremecerse: «Otros que no han hecho nada por evitarlo», comentó a sus padres. La muerte de Mónica le hacía revivir su propio calvario, por el que había pasado durante meses y del que aún no se ha recuperado del todo.

El de Javier -nombre ficticio con el que su madre quiere proteger a este muchacho de 15 años que todavía se siente amenazado-, como el de Mónica, es uno de los muchos casos de acoso escolar que se producen cada día en España y que convierten en una pesadilla la vida de chicos sin que apenas aflore la situación hasta que se desborda. Apenas hay estadísticas fiables para estos dramas invisibles, aunque se estima que la existencia de una tasa de hasta el 23,3% en España.

Mariví, nombre también figurado de la madre de Javier, cuenta que todo empezó por «un malentendido», cuando unos compañeros a los que se interrogaba por una fechoría, sospecharon que su hijo era el «chivato» que los delató. A partir de entonces le etiquetaron de «empollón», le atacaban en las redes sociales y decían de él que era un «rarito» por no acudir a botellones, explica la madre. De ahí se pasó al aislamiento, ya fuera en los ejercicios físicos en el gimnasio o en los trabajos en grupo en clase. «Los amigos no le defendían porque tenían miedo de que fueran también a por ellos», explica Mariví, que tardó tiempo en descubrir la razón del cambio en el carácter de su hijo. «De venir contento del colegio, empezó a estar muy callado, decía que no tenía ganas de comer y acurrucaba en el sofá», recuerda.

Sobredosis de pastillas
En la tutoría le decían que todo iba normal y fue un profesor quien le puso sobre la pista de que «alguien se estaba metiendo» con Javier. La madre acudió a la directora, pero ésta le dijo que dijera quiénes eran los que le acosaban. Él, temeroso, seguía sin soltar prenda. Así hasta que un día, meses después, ingirió más pastillas para la alergia de las debidas y acabó en el hospital. Allí por fin empezó a confesar y dio un par de nombres de quienes le atormentaban. Se les hizo pedir perdón, pero el acoso, según la madre de la víctima, no cesó y dos o tres meses después Javier volvió a derrumbarse y tuvo que permanecer una semana hospitalizado para recibir atención psiquiátrica: «El centro no hacía nada y él decía que prefería morirse antes que volver al instituto», relata la madre. Más aún, aseguraba que «la profesora y la directora le decían que no dijera nada a su madre». El hospital descartó que fuera un chico con problemas psicológicos, sino que todo obedecía a lo que sucedía en el centro. «Era una situación de indefensión total», señala Mariví, que al final le cambió de centro. «Ahora está contento y ha engordado ocho kilos, porque se había quedado en los huesos», señala. La madre de Javier ha denunciado tanto a los presuntos acosadores como al instituto, en este caso por su pasividad ante lo que estaba sucediendo.

Precisamente, la especialista en acoso escolar Araceli Oñate, directora general del Instituto de nnovación Educativo y Desarrollo Directivo, asegura que los niños están «desprotegidos» ante la violencia en las aulas y no se está sancionando ese tipo de conductas. «Con el actual sistema asambleario se tarda 20 días en poner una sanción a un niño que tira una silla por la ventana y el resto observa que la violencia es rentable». Y ante un caso de acoso, «en vez de vigilar, aislan a la víctima». «Debería cortarse de raíz», advierte.
Rafael Martínez: «Intentaron tirarme por la ventana cuando tenía 16 años»
La adolescencia se convirtió en un infierno para Rafa Martínez. Aunque hoy tiene 23 años, todavía recuerda como una pesadilla su paso por la ESO en un centro concertado de la ciudad. Ser un adolescente homosexual, incluso cuando todavía no tenía plena conciencia de ello, le convirtió en el blanco de todo tipo de burlas, vejaciones, insultos, amenazadas y agresiones físicas por parte de sus compañeros.
«Era un chico sensible, muy poquita cosa. Mis compañeros me hacían el vacío, así que prácticamente sólo me relacionaba con la chicas de mi clase» relata Rafael, «me llamaban mariquita, me robaban el material escolar... cuando salía de clase intentaba no encontrarme a ningún compañero por la calle, porque entonces intentaban pegarme».
Las amenazas subieron de tono hasta que en 3º de ESO, cuando tenía 16 años, «dos compañeros intentaron tirarme por una ventana de la clase, que estaba en un segundo piso, porque en lugar de callarme decidí responder a sus insultos». Otras veces, añade, «difundían bulos en clase sobre mí. Decían que estaba enamorado de un compañero, y éste venía a pedirme explicaciones. Yo intentaba convencerme a mí mismo de que no era gay, por miedo al rechazo social». Rafa encontró el apoyo de sus padres, que le propusieron sacarlo del centro y matricularlo en un instituto público. «Me negué por orgullo, porque en ese caso hubieran ganado los que se dedicaban a acosarme», explica.
En la actualidad, Rafael cursa estudios de Publicidad en la Universidad de Alicante.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

«La izquierda se ha cargado la enseñanza pública»



Javier Orrico, catedrático de Lengua y Literatura de Bachillerato, nacido en 1955 en Caravaca de la Cruz, Murcia. Licenciado en Filosofía y Letras (Literatura Hispánica) por la Universidad Complutense de Madrid y doctor por la de Murcia.
De 1990 a 1994 fue editorialista y coordinador de la sección de Opinión de Diario 16 en Murcia. Es columnista del diario La Opinión, ("Crónicas malabares", los domingos), y de la revista de sociedad Tribuna La Muralla. Ha escrito textos sobre arte, y como poeta, ha publicado "La Memoria Inventada" (Editora Regional de Murcia, 1983).
Es catedrático de Lengua y Literatura de Bachillerato, y jefe del Departamento de Orientación en el IES Ortega y Rubio. La educación que se da en los centros privados es, por desgracia, muy superior que la que ofrece la escuela pública.
"La Enseñanza Destruida" (Huerga y Fierro, 14 euros).

Pregunta: En dos palabras, ¿por qué está destruida la enseñanza?
Respuesta: Un sistema educativo que no premia el mérito y no reconoce el trabajo, no es un sistema educativo. Será otra cosa, pero no inculca a las personas el principio de que el trabajo debe ser el mecanismo fundamental de ascenso en la vida, y de expresión de las cosas que uno quiere hacer. Si no se reconoce tu mérito la desmotivación es inmediata.

P: ¿Cuál fue el objetivo de facilitar tanto las cosas a los niños en la escuela e institutos que instauró la LOGSE?.
R: En el fondo, el objetivo no es pedagógico. Lo que pretendían las pedagogías hasta la llegada de lo que los anglosajones denominaron "comprehensive school", lo que aquí se llamó "escuela comprensiva" en una mala traducción.
Esto quiere decir que comprende a todos por un camino único. Un verdadero sistema pedagógico debería pretender que todos los alumnos sepan el máximo y todos desarrollen al máximo sus capacidades.  Pero el sistema pedagógico de la LOGSE no pretende eso, sino que todos desarrollen lo mismo.
Que todos reciban lo mismo. Que todos salgan exactamente iguales. Por tanto no es un sistema educativo que busque lo mejor para todos, sino imponer, no la igualdad, sino el igualitarismo.

P: ¿Cuál fue la ideología que guió esta reforma?
R: Es un sistema educativo de las viejas y caducas ideas del marxismo, es decir, que todo el mundo sea igual por decreto. Que nadie pueda destacar y diferenciarse.
Que nadie pueda desarrollar una capacidad individual que le haga sentirse o ser distinto del de al lado.
Pero no ser distinto del resto por ser de una distinta clase, o tener diferentes posibilidades o derechos, sino estrictamente porque los seres humanos somos distintos y buscamos cosas diferentes.

P: ¿No había nada bueno en la LOGSE?
R: Sinceramente, visto ya con 15 años de experiencia, yo creo que no había nada bueno.
Hubo una oportunidad perdida de renovar la enseñanza media, en el sentido de que había que haber mejorado la Formación Profesional.
Habría que haber invertido toda la paletada inmensa de millones que se ha tirado a la basura a partir de la LOGSE en esto. A cambio, se han construido cientos o miles de pequeños institutillos sin valor verdadero, sin buenas bibliotecas, laboratorios y departamentos para los profesores, sin medios auténticos porque cada pueblo exigía su insitituto.
El instituto dejó de ser aquel centro de verdadera regeneración y expansión de la cultura por toda España que habían sido los buenos centros de Bachillerato, que tenían un sentido más bien comarcal, o de ciudades de cierto tamaño donde se acababa reuniendo a los alumnos.
En vez de invertir en la Formación Profesional, lo que se hizo fue fundirla con el Bachillerato.

P: ¿Qué piensa de la prolongación de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años?
R: Me parece muy bien para los que estén de acuerdo en que se puede obligar a alguien a hacer lo que no quiere hasta los 16.
En último extremo se podría haber hecho una enseñanza obligatoria sin necesidad de que fuera una enseñanza única.
Una cosa es que no se permita que los niños anden por el campo con el burro a los 14 años, que esa España ya no existía entonces como se creía el PSOE. Pero si se quería hacer la enseñanza obligatoria, que se hubieran creado distintos caminos para los que no quieren seguir la única vía que se les propone, los que se denominan "objetores". O sea, señores, que al verse obligados a hacer una cosa que no les interesa, lo que hacen es impedir que los demás puedan seguir estudiando.
En los institutos de ahora, los chavales de 18 llaman "gremlins" a los niños que antes estaban en los colegios cursando la EGB.

P: Los partidarios de la LOGSE aducen que el fracaso educativo constatado por el Informe Pisa se debe a que esta ley no se llegó a aplicar en toda su extensión durante los gobiernos del PP.
R: No, no, en absoluto. Eso es una propaganda política. Les vino muy bien que al PP le cayera la responsabilidad de aplicar la Ley al ganar este partido las elecciones de 1996. Así, si la ley fracasaba, la culpa no era de ellos.
Pero la LOGSE fue un fracaso desde el primer momento. El primer texto que yo escribí contra la LOGSE es del año 1992, cuando yo ni siquiera era profesor, porque era el jefe de Opinión de Diario 16 en Murcia.
Cuando leí los fundamentos educativos de esta ley me llevé las manos a la cabeza y dije: "el Señor nos coja confesados con lo que se nos viene encima".
En ese texto que recojo en mi libro, "La losa que viene", afirmaba ya que eso iba a ser la ruina de la enseñanza española y la ruina de la memoria histórica.

P: Pero, ¿la LOGSE se ha aplicado o no?
R: Se ha aplicado absolutamente. Precisamente el error que yo le achaco al PP es que no detuviera la Ley en el año 96. El PP construyó institutos a punta de pala; trasladó a los chicos desde los 12 a los 14 años a los institutos en vez de dejarlos en los colegios, que es donde tendrían que seguir.
Con esto arrasaron los institutos. Los chicos de 12 años eran los mayores en los colegios y se sentían responsables porque sabían que en los dos últimos cursos de la EGB se jugaban el obtener el título de EGB y poder seguir adelante con sus estudios.
Estos niños rendían bien en los colegios, pero en los institutos se pierden. Es un ciclo desastroso. Son niños que se mezclan con chicos mayores, de 18 años, que están en cosas absolutamente distintas. Los mayores llaman "gremlins" a los pequeños.

P: ¿Qué destacaría de los institutos de antes?
R: Los institutos eran centros libres, con las puertas abiertas, donde el alumno iba a estudiar y si quería no iba. Se han convertido en pequeñas cárceles de adolescentes.
Se podía haber hecho que el Bachillerato empezara antes, para que todo el mundo estuviera mejor formado, que todos tuvieran la posibilidad de alcanzar una formación teórica que les permitiera competir con los hijos de la burguesía y poder acceder a la Universidad en condiciones de preparación tan buenas como las mejores.
En vez de eso, han alargado la EGB hacia arriba, con lo cual, hoy los chavales de 16 años salen peor preparados que antes a los 14.
El nivel ha bajado tanto, la indisciplina es tal en las aulas que el resultado es ese.

P: ¿Por qué el PP no varió el rumbo?
R: Porque el PP no se atreve a nada. Es un partido muy pusilánime, siempre con la opinión pública en contra muy bien manejada por la izquierda. Existía entonces ese prejuicio de "¡qué viene el doberman!".
Precisamente han achacado al PP todo lo contrario de lo que ellos hicieron.  No tanto el sector liberal del PP, pero su sector democristiano vio las puertas abiertas cuando, al aplicarse la LOGSE y hundirse la escuela pública, la gente comenzó a acudir a los colegios privados.
Eso suponía que los colegios concertados religiosos iban a tener una demanda de plazas escolares extraordinaria, que el PP, en aplicación de la Constitución y las leyes vigentes sacaron adelante.

P: Usted adjudica toda la responsabilidad a la izquierda...
R: La izquierda se había cargado la enseñanza pública. Y todo el que ha podido se ha ido a colegios privados y concertados. El objetivo del PSOE de dar a todos lo mismo era una mentira, porque, ¿quiénes son los de "todos lo mismo"?, los de la enseñanza pública. Porque en la enseñanza privada, a pesar de dar los mismos programas, el ambiente, el clima, las familias, el empuje que se le da al niño, el sustrato cultural, hace que hoy día, desdichadamente, la preparación que se da en los centros privados sea muy superior que la que ofrecen los centros públicos.  ¿Quiénes han perdido?: Esta broma la han perdido los hijos de los trabajadores.
El PP no reformó la LOGSE porque es un partido muy pusilánime; su sector democristiano vio en esta ley las puertas abiertas porque aumentó la demanda de plazas en la escuela privada.

P: ¿A quién culpan del desastre los muñidores de la LOGSE?
R: Echan la culpa a todo el mundo menos a sus principios teóricos.
A los primeros que culparon fue a los profesores de Bachillerato, que éramos "unos elitistas" y no queríamos "saber nada de estas cosas", la primera mentira.
Segunda mentira. Que no se pusieron los medios suficientes para aplicar la LOGSE. Mentira. Los medios están, las ratios de alumnos por aula han bajado. Es raro que en una clase haya más de 25 alumnos, y cuando yo empecé a trabajar en el Bachillerato en 1979, las clases de 50 alumnos eran muy normales.
Esto es una cuestión de sentido común. Si llegas a una clase, y te encuentras con unos chicos que llevan suspendiendo las matemáticas desde pequeños y no han tenido que repetir curso, llega un momento en el que ya no entienden nada de lo que se les habla. Ahora la nueva Ley prescribe que sólo se repita una vez en la Primaria.

P: ¿Qué ocurre en la Primaria?
R: La Primaria es el verdadero origen de todo este desastre. La enseñanza primaria española ha sido laminada. Han acabado con la memoria, con la información... y se dedican a "construir mensajes", a "construir aprendizajes", lo que llaman el constructivismo.
Y claro, cuando llegan a la Secundaria tienen tantas carencias, que uno se encuentra con una disparidad de alumnos tal que es imposible mantener un ritmo de trabajo más o menos homogéneo.
Entonces, los listos de los pedagogos que están en sus despachos sentados te dicen: "No, atienda usted a la diversidad y haga usted adaptaciones para todos". ¿Qué me pide usted?, ¿qué vaya con 25 ritmos distintos? Eso es muy fácil sentado en la mesa del departamento de la Facultad de Pedagogía.

P: Usted habla en su libro de "secta de pedagogos". ¿Qué necesidad hay de llamar al recreo "segmento de ocio"?
R: Y más cosas. Hablar con un chico se llama "intervención psicopedagógica". Y decirle a un muchacho que como no sabes, ni sé cómo hacer que sepas más de lo que sabes, te voy a hacer una "adaptación curricular".
P: ¿Y eso qué es?.
R: Te voy a aprobar.

P: ¿Cuál es el objeto de toda esa jerga pedagógica?
R: Esconder la realidad. El eufemismo intenta siempre que la realidad no se muestre en toda su crudeza.
Además, eso supuso un aura de ciencia nueva que llegaba a los centros de Bachillerato donde la gente pretendía enseñar Literatura, o Biología, o Matemáticas, o Historia. Los de la enseñanza media no somos maestros sino que somos físicos, o matemáticos.
¿Cómo enfrentarse ante gente tan preparada unos señores que no saben de nada? Son unos señores teóricos de una supuesta ciencia que es un disparate. Sólo la experiencia en el trabajo, el aprendizaje del profesor, puede hacer que uno crezca en el desempeño profesional.
Hacer que un poema de Juan Ramón Jiménez llegue a un niño de 16 años, algo tan alejado en principio de su sensibilidad, es algo que se aprende ejerciendo la profesión, no con métodos teóricos.
Toda esa jerga abstrusa les confería a los pedagogos el aura de nuevo mago de la tribu, el nuevo brujo, que con ese lenguaje incomprensible a los demás, les trae una nueva ciencia revelada que lo resolverá todo. El objetivo último de los pedagogos era tomar el poder en la enseñanza.

P: ¿Sus colegas están mayoritariamente de acuerdo con sus opiniones?
R: Creo que es muy general esta opinión.

P: ¿Por qué no hubo una revuelta entre los maestros ante lo que se les impuso?.
R: Porque los cuerpos que se opusieron fueron los cuerpos de Bachillerato. El PSOE creó división en-tre los cuerpos de funcionarios. Los maestros del ciclo superior de EGB, los que daban 7º y 8º, pasaron a los institutos sin pasar ninguna prueba u oposición.
Estos señores que enseñaban en el primer ciclo de la ESO a los mismos chavales, de pronto, eran profesores de instituto. Han sido los únicos a los que se aumentó el sueldo y defendieron la reforma con uñas y dientes.
Además, prácticamente todos los institutos tienen un jefe de estudios adjunto que es del Cuerpo de Maestros. Y además, pasaron de tener un horario de 9.00 a 12.00 y de 15.00 a 17.00, a tener el horario de mañana de los institutos.
Todos estos señores se pusieron contentísimos. Con todo esto fue imposible crear un movimiento unitario de oposición a la LOGSE.
Se les hizo también la pascua a los catedráticos y agregados de instituto, pero se consiguió que cualquier movimiento de sublevación contra esto fuera presentado como una defensa corporativa y reaccionaria.
La jerga abstrusa de los pedagogos como el "segmento de ocio", por el recreo, les confería el aura de nuevo mago de la tribu, que con ese lenguaje incomprensible a los demás, les trae una nueva ciencia revelada que lo resolverá todo.

P: ¿Qué opina de la integración de chavales con minusvalías en los colegios?
R: Las criaturas que tienen retrasos, minusválidos, a los que en los centros especiales se les podría ofrecer un mínimo de futuro, se les tiene ahí aparcados en los colegios.
Mandan a unos maestros que se llaman de "pedagogía terapéutica", que no son de Secundaria, sino del cuerpo de Primaria, maestros de apoyo que los sacan de las aulas para darles unas clases aparte, pero manteniendo la ficción de que los están integrando entre los demás y en la sociedad.
Esto es uno de los asuntos más delicados de esta historia. Yo creo que les estamos haciendo un flaco favor. Pero hay padres que lo prefieren y dicen: "Aunque mi hijo no aprenda nada, yo prefiero que esté aquí y se relacione con los demás".
Bueno, pues a lo mejor esto es positivo, pero lo que sí te digo es que no aprenden absolutamente nada.
Tú imagínate que eres profesor de matemáticas de chicos de 14 o 15 años, y tienes en la clase a un chaval casi paralítico cerebral cuyo nivel intelectual es el de un niño de siete años. Te lo meten en la clase, y alguna hora de la semana, te lo sacan de la clase para darle matemáticas aparte.
Y a ti te dicen que vayas controlando su trabajo y el del resto.
En el resto hay cinco gamberros que no te dejan dar clase; ocho que no entienden nada de lo que dices; diez que podrían ser alumnos estupendos a los que no puedes atender porque tienes que controlar a los anteriores... Entonces, claro, las clases son inmanejables.

P: ¿Cuál es el efecto de esta situación en los profesores?.
R: Se produce el desistimiento. Mucha gente ha desistido de llevar adelante su profesión y va a clase a que pase la hora, a que estén allí los niños, a mandar ejercicios.
Tenemos una especie de escuelas para chicos mayores donde el aprendizaje, la exigencia y los programas son lo menos importante, y se trata de que estén allí y lleguen hasta los 16 años y adiós muy buenas.

P: ¿De qué manera se puede mejorar la calidad de la enseñanza? ¿Hay marcha atrás?.
R: Es muy difícil, porque la sociedad ha ido cambiando al mismo tiempo. El sistema educativo hubiera podido ser un cierto valladar, una especie de reducto último de lo que se llamó el proyecto ilustrado. Lo más paradójico de esto..., nos hemos tenido que caer del burro para darnos cuenta de que la izquierda, o esto que se llama la izquierda española de hoy, es la principal enemiga del proyecto ilustrado, que se supone que es lo que siempre tenía que haber defendido la izquierda.
Esto lo he llamado en la introducción de libro, la "paradoja de la izquierda".
El proyecto ilustrado que proclama que el hombre mejora a través de la cultura, la belleza y el arte, se lo han cargado por la raíz. Desde ese momento, el bastión de defensa de la cultura que era el sistema educativo, ha sido arrasado.
La televisualización, la audiovisualización, la masificación, lo que yo llamo la tríada "sofá, pizza, televisión" ha arrasado con la idea de la cultura.
Lo que los medios de comunicación poderosos promueven, es lo mismo que promueve el sistema educativo, porque ya no cree que la cultura se adquiera con esfuerzo, trabajo y dedicación.

P: ¿De dónde surge un cambio tan radical en la enseñanza?
R: Primero, de la idea del PSOE de "vamos a dejar España que no la va a conocer ni la madre que la parió".
La LOGSE fue una Nueva Planta, un cambio de raíz. Cambiaron los centros, los profesores, los estudios, los programas..., todo.
Y el PP lo mantuvo por un sentido democrático que yo les reprocho. La educación no puede estar sometiéndose a un proceso de reformas y reformas de las contrarreformas..
Ahora, el PSOE ha dado al PP un guantazo, y les ha demostrado de lo que es capaz el Partido Socialista. Éstos sí, llegan al poder y se cargan una cosa que ni siquiera sabemos si podía llegar a dar resultado [la ley proyectada por el PP, la LOCE].
La Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza era una ley muy tímida pero que al menos atacaba los puntos más fracasados de la LOGSE.
Establecía que desde los 14 hubiera tres caminos, siempre reversibles, para que cada chaval eligiera su camino y las clases pudieran funcionar.
La LOE que propone el Partido Socialista no es más que un regreso a la LOGSE, una ley absolutamente fracasada, pero además, acentuando el desastre.
Una de las cosas que prevé es cargarse la Filosofía para introducir una asignatura de adoctrinamiento político que se va a llamar "Educación para la Ciudadanía", que no es más que enseñar lo políticamente correcto evitando que la gente pueda pensar por sí misma.
Muchos profesores han desistido y van a clase a que pase la hora, a que estén allí los niños, a mandar ejercicios; tenemos una especie de escuelas para chicos mayores donde el aprendizaje, la exigencia y los programas son lo menos importante.

P: Alguien puede pensar que lo suyo es pura nostalgia y que usted es de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor.
R: En absoluto. No sólo no me he retirado de la trinchera, sino que trabajo en una trinchera más dura. Yo trabajo en una cosa que se llama Diversificación, que es un itinerario encubierto que hay al final de la Secundaria donde envían a los chavales que, aún aprobándolos, no han podido obtener el título de ninguna manera.
Fíjate. Antes sacabas la EGB y podías ir a Formación Profesional. Ahora no sacas la ESO y no puedes ir a ninguna parte.
Me los mandan con 16, 17 años, que es donde yo veo la verdadera ruina de este sistema. Tengo que intentar darles las cosas básicas: escribir, leer, un mínimo de Historia...
No sólo me he reciclado. Yo soy catedrático de Literatura y mi especialidad era enseñar Poesía, que es lo último que hago hoy.
No tengo ninguna nostalgia. Yo me he adaptado perfectamente a la situación nueva. Y lo que intento es ayudar a estos chavales maltratados por el sistema que los ha dejado sin recursos personales y sin capacidad para enfrentarse a la vida y a su continuidad como personas y ciudadanos.
Sólo digo esto: "Señores, ustedes se equivocaron y persisten en el error con una contumacia digna de comentario de texto que antes hacíamos".
Lo verdaderamente reaccionario es que la LOGSE negó la enseñanza a los hijos de los trabajadores cuando accedieron a ella, y les dio a cambio un sucedáneo.
Los integristas y fundamentalistas son los que defienden esta nueva ley, la LOE, que impide que se apliquen soluciones correctoras.

P: Usted cita a Álvaro Marchesi como el gran artífice de la LOGSE. ¿Qué ha supuesto este hombre para la enseñanza española?
R: Es uno de los hombres más negativos de la Historia de España. Él es catedrático de Psicología Evolutiva, el responsable de la destrucción de nuestro sistema educativo, que necesitaba retoques, pero que estaba muy bien y había que haber salvado. Intentó aplicar diseños teóricos probadamente ya fracasados en todo el mundo.
Fue secretario de Estado de Educación. No sé si siempre tuvo el mismo cargo, pero sí que estuvo en todos los Ministerios de Educación de la época del PSOE desde Maravall.
Él y César Coll son los que hicieron esto y continuan defendiendo la validez de estos principios.

P: Déme un ejemplo de lo que hicieron estos teóricos.
R: En la LOGSE se estableció que los niños no podían aprender a leer antes de los 6 años.
Ese es uno de los mayores desastres que nunca pudimos cometer. Cuando los niños empiezan a leer han visto ya 150.000 películas, y entonces, diles tú que lean.
Aquellos fundamentos de la clase trabajadora, del esfuerzo, el trabajo, el rigor, la ética, la entrega, la generosidad, la fortaleza moral de los trabajadores de antes..., todo eso se ha mandado hoy a tomar por culo y lo que prima es la moto, el pendiente, el coche con los cristales negros y el bacalao a toda hostia.

P: Los periodistas que están saliendo de las facultades han estudiado ya según la LOGSE, y pasado por una Universidad que también es muy criticada por su baja calidad. ¿Cómo ve la calidad del periodismo de hoy, usted que también lo ha ejercido?.
R: Lo que veo es que se escribe muy mal. La Ley de Reforma Universidad convirtió a ésta en un reducto corrompido. Esta Ley convirtió a muchos auxiliares en titulares, y luego en catedráticos; fue la norma que creó el sistema endogámico de selección del profesorado por el que se entra digitalmente; etcétera.  Los alumnos llegan al primer curso de Universidad con un nivel infinitamente más bajo por el desastre de las enseñanzas medias, y si esto se une a que las universidades se han convertido en expendedoras de títulos, pues tú me dirás qué tipo de licenciados están saliendo.
Ahora bien, el ser humano es capaz de superar, incluso, un sistema tan estúpido como este. Con dedicación, entrega, generosidad, con todo eso que hoy no inculcamos en el sistema educativo, el que pueda podrá salir adelante.
Esto es trágico, porque todo eso es lo que se inculca a los hijos de los privilegiados que no se inculca a los hijos de los trabajadores.
Aquellos fundamentos de la clase trabajadora, del esfuerzo, el trabajo, el rigor, la ética, la entrega, la generosidad, la fortaleza moral de los trabajadores de antes..., todo eso se ha mandado hoy a tomar por culo y lo que prima es la moto, el pendiente, el coche con los cristales negros y el bacalao a toda hostia.  Hay que ser profesor (o maestro, palabra de resonancias mucho más ricas) para comprender esa desazón, esa impotencia... en resumen ¡esa mala leche que se le pone a uno viendo que no puede hacer nada por EDUCAR!... pero los "ajenos a la docencia" se creen que les contamos cuentos, que exageramos y que lo único que queremos con nuestras quejas es cobrar más.
Con permiso: la labor de un profesor, y más en las condiciones en que nos han puesto los gobiernos que han aprobado, permitido y defendido la LOGSE (empezando por el incalificable PSOE y siguiendo con el PP, por cornudo consentido) es impagable.
Pero créanme si les digo que lo que más me importa no es lo que cobro a fin de mes, sino el auténtico sufrimiento psicológico, propio y de los compañeros, durante mi jornada laboral. Y a quien quiera comprobarlo, le regalo un par horas de trabajo y sueldo... y que me cuente milongas luego.

El destrozo educativo


GREGORIO SALVADOR. de la Real Academia Española, 

VIENE a visitarme, hasta mi retiro veraniego, uno de mis antiguos alumnos. 

El haber tenido tantos, a lo largo de tantísimos años dedicados a la enseñanza, le  proporciona a uno, en la vejez, estas recompensas afectivas, la satisfacción de comprobar que hay muchos que recuerdan con gratitud lo que uno pudo comunicarles en otro tiempo, que rememoran, cariñosamente, frases o sucedidos que uno tenía ya arrinconados o perdidos en la memoria y que forman parte, en cambio, de sus propias vidas, de su acervo biográfico, de su anecdotario habitual, que lo miran a uno con respeto e incluso con veneración.

Es uno de esos pluses profesionales de que podemos disfrutar los docentes.

Además de la natural prolongación familiar de la sangre que nos proporcione la posible descendencia: hijos, nietos, biznietos ya en mi caso, esta otra familia espiritual de los discípulos fieles y agradecidos, que nos proyecta hacia el futuro y nos liga con él, nos ayuda a sentirnos vivos y actuantes más allá de nuestras preocupaciones diarias.

Tal vez buena parte de la que se necesita para oír luego, sin descomponerse ni alterarse, lo que me cuentan otros profesores universitarios o de enseñanza secundaria, que se acercan hasta aquí alguna tarde o me llaman desolados por teléfono: para referirme iniquidades y agravios profesionales, ya habituales, los unos; para describirme el áspero y desbarajustado ambiente, a veces denigrante, en que realizan su labor los otros, muchos de los cuales extreman su angustia y me piden parecer sobre la posibilidad de abandonar el oficio de la enseñanza, que había sido para ellos proyecto ilusionante al acabar la carrera y es ahora degradante tribulación cotidiana, estéril e insufrible martirio, inmersos en ordenaciones estúpidas, sometidos a instrucciones onerosas, despojados de su propia razón profesoral en un sistema de enseñanza que se fundamenta en la aleatoriedad de los contenidos, en el menosprecio del saber.

El que se ha acercado hoy, desde Valencia, a visitarme es Fernando Estébanez, que fue alumno mío de sexto y preuniversitario en el Instituto de Astorga, allá por los primeros sesenta, y que luego estudió Filología Clásica. Lo que viene a comunicarme es que se ha jubilado voluntaria y anticipadamente: acaba de cumplir los sesenta años y supera los treinta y cinco de servicios, lo que le permite legalmente escaparse de una situación cada vez más incómoda, recuperar la tranquilidad de espíritu y hallar tiempo para seguir aprendiendo, que es al fin y al cabo lo que los profesores de verdad hemos hecho toda la vida.

Me lo explica tal como lo ha argumentado en su instancia: «Me jubilo como catedrático de Griego de Institutos de Bachillerato, que viene a ser una acción fantasmagórica, pues ni existe ya el cuerpo de catedráticos ni el griego como asignatura ni propiamente el bachillerato. Así es que no dejo nada de lo que ha constituido mi vida; antes bien, recupero mis verdaderas capacidades y actitudes al liberarme de las confusas obligaciones docentes y de los engorrosos cometidos burocráticos en que se había ido convirtiendo mi labor».

Hablamos de todo eso: de aquel instituto en donde coincidimos, él de alumno y yo de profesor de literatura, de nuestro pasado en la enseñanza media, de la liquidación premeditada e inexorable del cuerpo de catedráticos, que ahora se pretende recuperar desde la Ley de Calidad, según parece, lo que no será fácil, pues en cuestiones educativas es casi imposible deshacer los entuertos, recuperar el capital dilapidado, la experiencia acumulada, el conocimiento trasmitido y sedimentado, cuando se ha hecho tabla rasa de todo ello y se ha pretendido partir de cero para el experimento. Sale a relucir el hermoso artículo sobre los catedráticos de instituto que publicó hace poco en este periódico Alfonso de la Serna, a propósito de uno de los más sabios e ilustres, el historiador don Antonio Domínguez Ortiz, a quien hemos perdido recientemente.

Le cuento que cuando yo fui elegido académico de la Española, en 1986, era el décimo miembro de esa Corporación que había sido catedrático de instituto y luego vinieron otros como Adrados, García de la Concha o Lledó: hemos llegado a ser doce los sentados a un tiempo alrededor de la mesa oval, lo que posiblemente quiera decir algo acerca de lo que ese cuerpo docente alcanzó a ser. Para muchos camino hacia la cátedra universitaria, que luego se ha cortado por completo.

Ahora es una especie en extinción, si Dios no lo remedia con la necesaria ayuda de Pilar del Castillo.



Los últimos que van quedando, los de pata negra -porque luego se inventó esa sandez de «la condición de catedrático», para mezclar y enrarecer- están llegando, como mi interlocutor, a esa edad en que ya se permite optar por la jubilación voluntaria y algunos, los que hacen sus cuentas y ven que podrán subsistir, lo aprovechan.

Me habla Estébanez también de mi último artículo, sobre la edad de aprender a leer y escribir, y me cuenta que él, hijo de maestro y maestra, aprendió, naturalmente, prontísimo y que sus padres siempre fueron conscientes de que enseñar las primeras letras era su primera y primordial función. Maestros nacionales ambos, como se llamaron desde fines del XIX, cuando la enseñanza primaria logró salir, gracias al empeño de muchos de ellos, de los inciertos dominios municipales para acogerse a la gestión estatal; catedrático él de Institutos Nacionales de Enseñanza Media, como yo mismo lo fui. Escuela Nacional.

Todo eso ha desaparecido de las nomenclaturas oficiales, porque el sistema autonómico ha troceado la educación. Le cuento que el año pasado me invitaron a dar una conferencia en el País Vasco, donde él tuvo precisamente su primer destino. Público muy numeroso, abundante en profesores, universitarios y de secundaria, y también de escoltas que protegían a no pocos de los asistentes; al terminar, hubo un coloquio muy animado que derivó en seguida hacia cuestiones educativas y de contenidos de la enseñanza. Siempre hay en esos casos quien le pide a uno remedios para determinados males que le resultan evidentes. Y me decidí a decir, no sin cierto recelo, algo que pienso: «Mire usted, ha habido un error de difícil arreglo ya; si el Estado se ha reservado determinadas  competencias que no ha transferido a las Comunidades Autónomas, las de defensa, las de relaciones exteriores, con tanta o más razón debería haberse reservado las educativas».

¿Cómo reaccionaron los oyentes? Una ovación clamorosa: por algo sería.

Le recomiendo finalmente a mi visitante el libro que acabo de leer: La secta pedagógica de Mercedes Ruiz Paz. Licenciada en pedagogía, maestra de primaria en ejercicio, es posiblemente, en este momento, la cabeza más clara de cuantas tratan de estos problemas. Con la seguridad de quien sabe, con la veracidad de quien vive. Y con una prosa transparente, que discurre limpia, sin remansos ni rodeos. Sin pedanterías en una parcela de conocimiento donde la jerga incomprensible es norma y hábito el galimatías expresivo. En el libro de Mercedes Ruiz Paz se entiende todo y se entiende muy bien. Deberían leerlo sin prejuicios todos esos políticos que se aprestan a luchar por obtener poder y escaño en las próximas elecciones generales.

Los de la oposición para reconocer, lealmente, las ruedas de molino pedagógicas que se tragaron cuando legislaban y que están lastrando, irremediablemente, el porvenir de las generaciones afectadas, y poder ofrecer así, sin encastillarse en los evidentes logros cuantitativos, propósitos de enmienda que reparen los estropicios causados y pongan sus miras en lo alto: en los necesarios e inexcusables niveles de calidad y de conocimiento. Y los del partido en el poder para asegurarnos que van a ir más lejos, sin reparos ni miramientos, en la línea emprendida, en la recuperación de saberes y de modales, de todo lo estúpidamente malbaratado o destruido, con refrendo legal, en los últimos veinte años. Porque se ha hablado de caos, yo mismo he escrito alguna vez acerca de la catástrofe en la enseñanza o del desastre educativo. Todos son sustantivos válidos para referirse a la situación creada; pero después de haber leído cuidadosamente ese inquietante libro que digo, pienso que la palabra más ajustada, más propia, es destrozo. Un destrozo consciente y, por lo que se deduce, no enteramente gratuito. Un destrozo que requiere urgentes reparaciones. Estemos, pues, atentos a los programas electorales.