miércoles, 12 de diciembre de 2012

Esfuerzo y conocimientos


Esfuerzo y conocimientos
FRANCESC DE CARRERAS - 04:16 horas - 29/04/2004
Una amiga, inmigrante ecuatoriana en Barcelona, me contó hace unos días que lamentaba la educación que recibían sus dos hijas en una escuela pública de Barcelona.
Por un lado, me decía, su hija de cuatro años –que llegó a España con sólo dos– únicamente sabía hablar en catalán, reñía a su madre por no utilizar nuestra lengua y, además, su profesora le decía que por el hecho de vivir aquí no debían considerarse ecuatorianos porque ya eran catalanes.
Por otro lado, estaba asombrada de que su hija de doce años no hubiera alcanzado todavía, en los dos cursos que llevaba en Barcelona, el nivel de matemáticas que había aprendido en Ecuador.
Además, le parecía mal que la escuela nunca encargara a la niña trabajos para hacer en casa: en Ecuador, me decía la madre, pasaba dos horas cada tarde haciendo deberes. ¡Sí, está muy mal la enseñanza en España!, concluía con naturalidad.
No comentaremos hoy el caso de la hija pequeña: se trata de un ejemplo más del sectarismo nacionalista de tantos maestros, auspiciado desde la Generalitat y amparado en una errónea política lingüística.
Trataremos sólo de aquello que refleja lo que me contó de su hija mayor: la situación de nuestra enseñanza secundaria, situación que puedo comprobar personalmente en los estudiantes que ingresan en la universidad.
En efecto, desde hace años una gran parte de los estudiantes llegan a la enseñanza superior con una inmadurez intelectual impropia de su edad, desmotivados para el estudio de una carrera, sorprendidos y desorientados ante las normales exigencias académicas y, además, con graves dificultades para comprender un texto, seguir un razonamiento o expresar, verbalmente y por escrito, conceptos abstractos.
Las causas de esta situación son, sin duda, muchas y muy complejas, como suele decirse hoy en día de casi todo. Pero esta abundancia y complejidad no debe llevarnos a la inacción, a la renuncia a resolver los problemas ni, en sentido inverso, a pensar que en una materia como ésta las soluciones son fáciles y rápidas.
Nos hallamos por tanto con un tema complicado que, entre otras cosas, refleja también el nivel cultural de la sociedad.
Ahora bien, no deja de ser significativo que todo ello se haya acentuado de manera alarmante en los cuatro o cinco últimos años, precisamente el periodo durante el cual han ingresado en la enseñanza universitaria los alumnos que cursaron todos los ciclos de la Logse, la Ley de Educación secundaria vigente hasta hoy desde 1990.
Por tanto, cabe pensar que esta Ley algo tiene que ver con la gravedad de la situación actual y que, probablemente, rectificando algunos aspectos de la misma, se podría no solucionar pero sí mejorar dicha situación.
En efecto, esta ley es la mejor expresión de tendencias pedagógicas que, progresivamente, han sido las dominantes en España desde los años de la Transición.
Estas tendencias tienen como tronco central un principio básico común: los niños y los jóvenes deben ser educados en la creencia de que el esfuerzo individual y los conocimientos no constituyen un elemento esencial del proceso de aprendizaje.
En la escuela, el niño debe ser ante todo feliz, debe socializarse como persona; en el instituto el joven debe adiestrarse en saber razonar y en “aprender a aprender”, es decir, en prepararse para obtener las capacidades necesarias para seguir estudiando a lo largo de la vida.
Por tanto, y ahí está el error, en la escuela y en el instituto deben realizarse sólo tareas y ejercicios encaminados a lograr estos objetivos sin dedicar el tiempo al estudio de conocimientos substantivos y menos aún a memorizar conceptos, nombres, fechas y datos.
A primera vista, este planteamiento es aceptable porque supone un cambio necesario respecto a la educación anterior, autoritaria y formalista, memorística y poco dada a enseñar a razonar y argumentar.
Sin embargo, pensándolo bien, el método tiene evidentes defectos, el principal de los cuales es que sin disciplina de trabajo –sólo pensando en no agobiar al niño para que sea feliz– no se trasmite el valor del esfuerzo personal, y sin adquirir conocimientos substantivos, sin dominar los conceptos ni saber nombre, fechas y datos, es imposible aprender a razonar y argumentar porque uno carece de los elementos necesarios para hacerlo.
Esfuerzo y conocimiento son dos valores ausentes o secundarios en los actuales métodos pedagógicos.
La Logse contribuyó poderosamente a que ello fuera así, sobre todo por dos razones.
Primera, permitió que el alumno pasara al curso siguiente sin haber aprobado el anterior, es decir, sin tomar conciencia de que podía ser suspendido.
Segunda, no había una prueba general y final que permitiera homologar el nivel de aprendizaje en todo tipo de centros al haber sido suprimida, ya con anterioridad a dicha ley, la prueba de reválida.
La LOCE, la nueva norma aprobada hace unos meses que derogaba la Logse, ponía remedio a esta situación: no se podía pasar de curso con más de dos asignaturas suspendidas y se volvía a implantar el examen de reválida. Dos medidas que iban en la buena dirección.
El Gobierno Zapatero se ha comprometido a modificar esta nueva ley. Esperemos que las modificaciones sean sensatas: que se mantenga esta posibilidad de suspender y se realice una reválida al final de los estudios. Dos pequeñas medidas que supondrían un giro hacia una nueva pedagogía que volviera a exigir y valorar el esfuerzo y los conocimientos: a igualarnos, en estos aspectos, con el nivel educativo de Ecuador.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB

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