jueves, 3 de enero de 2013

La mala educación



La mala educación
Agapito Maestre
La LOGSE, su aplicación y, sobre todo, su abuso por los partidillos nacionalistas han dejado el peor sistema educativo que hubiéramos imaginado hace veinte años.
La última encuesta de la OCDE sobre la educación en España no puede ser peor. Contando con muchos más medios que en el pasado, las generaciones actuales salen mucho peor preparadas.
La educación, pues, está por los suelos, pero sale un señor del ministerio de Educación, un higienista del socialismo realmente existente, y dice que la cosa no es tan mala, porque hemos conseguido que los niños españoles tengan una "educación más equitativa".
 Todos saben más o menos igual, o sea poco y malo, pero el morboso socialista dice que no es para alarmarnos, porque hemos alcanzado un nivel donde ya no hay niños excelentes sino todos son mediocres, donde el esfuerzo queda reducido al "aprendizaje lúdico" y la excelencia sustituida por la odiosa "calificación" PA, que nada califica, excepto elevar lo inferior y agraz del ser humano a canon.
El PA, o sea, todos "progresan adecuadamente", del PSOE es una de las mayores desgracias de la educación en España, pero el tipo socialista se siente feliz y satisfecho del atropello. Minimiza el problema sin sentir vergüenza y sigue diciendo burradas como si fueran dogmas. Terrible.
Mil y una desgracia pueden derivarse de ese empeoramiento de nuestra mala educación, pero me gustaría destacar tres que inciden directamente en la calidad de nuestra democracia:
1º/ Las escuelas, los institutos y las universidades fueron reconvertidas en jardines de infancia. Nadie tiene que esforzarse. Todos tienen que aprender divirtiéndose.
2º/ Esa concepción trivial del aprendizaje lleva a los individuos a una infantilización de sus conductas tan exagerada que, a veces, el proceso de socialización dura hasta los treinta años.
3º/ Y, sobre todo, la educación ha sido reducida, en realidad, asesinada, con las mejores metodologías del "positivismo" ilustrado, a mera pedagogía, o sea, no hay que saber matemáticas sino pedagogía de las matemáticas, no hay que aprender contenidos sino esquemas aproximativos de los genuinos contenidos, etc...
Lo decisivo es pasar la mayor parte del tiempo encerrado en la "institución" educativa.
Incluso hasta en las universidades los horarios lectivos, según desea esa cosa infecta que es la pedagógica CRU, será ampliado no tanto para equipararnos con los europeos como para que los estudiantes tengan menos tiempo para estudiar y los profesores menos tiempos para investigar. ¡Ilustrados de pacotilla!

Con esa cultura de salvaje hedonismo, falso placer, sin responsabilidad y confundiendo medios y fines, no parece que estemos formando individuos capaces de distinguir argumentos en el foro público. Más aún, su carencia de instrumentos analíticos y falsas concepciones sobre el esfuerzo impiden que estos individuos puedan tener criterios propios sobre la verdad y la falsedad, o sobre los bueno y lo injusto. Sin embargo, el atildado socialista reitera que estamos en la mejor vía para alcanzar el ideal socialista: "el igualitarismo" en la educación. La asilvestrada opinión es típica del socialista de principios del siglo veinte, que hoy, por desgracia, se ha puesto de moda entre quienes ya han abandonado lo poco que habían aprendido sobre democracia después de la Segunda Guerra Mundial, a saber, que sin democracia de individuos, o sea, sin respeto a la libertad y las ideas meritocráticas que de ellas se derivan no puede hablarse de democracia.

Poco o nada le importarán al señor del ministerio, ese que se muestra tan contento con los datos de la encuestas de la OCDE, estas consideraciones, porque su concepción política de la democracia, en realidad, es inexistente, o peor todavía, se reduce a que el Estado le llene la barriga a sus súbditos sin estimularlos a que "se atrevan a pensar por ellos mismos". Sin embargo, quienes nos irritamos por ver tratados igualmente a los desiguales, a quienes destacan por su esfuerzo por encima de los mediocres, pensamos que la educación reducida a mera alfabetización es la ruina de una nación, porque niega a los hombres excelentes y pone en su lugar a los inferiores.

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