miércoles, 4 de julio de 2012

El presupuesto no es el culpable.


Por FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS, de las Reales Academias Española y de la Historia.
Cuanto más presupuesto, mejor, si se invierte bien. Pero la cuestión es otra: la enseñanza secundaria ha sido sistemáticamente demolida desde hace mucho tiempo. Algo diré de la universitaria, también.
En la enseñanza secundaria, sobre todo el profesorado está desesperado por esta decadencia impuesta. Muchos sufren depresiones o se jubilan anticipadamente o me dicen «voy a intentar resistir uno o dos años», como si estuvieran en Numancia.
El PP echa la culpa a la LOGSE.
Por supuesto que tiene razón, pero la cosa venía de antes. De la Ley General de Educación de 1970 y de antes aún, cuando suprimieron el examen de ingreso en el Bachillerato (yo estaba en aquellos tribunales, había alumnos que sabían más que algunos bachilleres de hoy).
 El gran desafío consistente en lograr la extensión de la enseñanza sin rebajar sus niveles no se logró. Los niveles fueron rebajados sistemáticamente con pretextos pseudopedagógicos: lo lúdico, la fusión con la enseñanza profesional, el aprobado fácil, el «aprender a aprender», el recorte de horas y materias, las opcionales, la disciplina imposible, las oposiciones disminuidas, etc. etc.
 El profesorado, en un ambiente lleno de cortapisas (Consejos varios, orientadores de todo tipo, los padres, la Inspección, las Autonomías, etc.), hacía (y hace) lo que podía. Desmoralizado por los bajos niveles. Llegó un momento en que suspender era casi un acto heroico (y además inútil): aumentaba el llamado fracaso escolar.
Pero cualquier profesor sabe que los alumnos no son iguales, los hay de más y de menos capacidad intelectual. Adecuar la enseñanza a estos últimos es frustrar a los primeros. Para mí, una enseñanza obligatoria hasta los diez años es indispensable. Luego, cada cual llega a donde llega. Hacer a todos pseudobachilleres, a más de una farsa, es un suicido nacional. No es deshonor, me parece, no ser bachiller: hay otras salidas igual de dignas.
En fin, continúo la historia, muy abreviada. Antes del 96 los del PP me invitaron a reuniones en su Fundación (aunque yo no era de su partido, ni de ninguno). Hablaban de un Bachillerato serio, de tres o cuatro años, aunque temían su «coste político». Ganaron las elecciones, pero sin mayoría absoluta. Un alto cargo del Ministerio nos dijo disculpándose, a mí y a otros miembros de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, que «no hemos ganado las elecciones». Proponía «bachilleratizar la ESO». No les dejaron bachilleratizar nada. Los cuatro años de Esperanza Aguirre, que tenía buenas intenciones, fueron sencillamente trágicos, al mezclarse la política.
Cambio de escena: mayoría absoluta del PP en el año 2000. La primera vez que pude hablar con la ministra, Pilar del Castillo, le dije que, en mi opinión, se imponía abrogar la LOGSE. Pues nada de eso. Se contentó con unas tímidas reformas. Isabel Couso y otras autoridades del Ministerio trabajaron lealmente en ellas. Salió el Decreto de Mínimos, salió la Ley de Calidad, ¡pero no llegaron a publicarse los Decretos correspondientes!.
Hacen falta alumnos bien formados, alumnos interesados, no un aluvión no sometido a prueba alguna. Ni se puede trabajar en un estado de perpetua incertidumbre, de perpetua demagogia. Dañina para todos. Y que ni siquiera evita el traído y llevado fracaso escolar.
 No sé si muchos han reparado en que, en nuestra Constitución, la Educación no figura ni en la lista de competencias del Gobierno ni en la de las Autonomías. A posteriori se hizo un arreglillo que ha sido muy dañino. Que las Autonomías tengan autoridad en materias que les son propias, es justo. Pero voy a decir lo que pienso, de cuando en cuando es sano: la Educación, en líneas generales, debe ser competencia del Gobierno. Es el de todos los españoles y debe programar una formación común para todos los españoles. Lo demás es una confusión sin límites. Lo ha sido, lo es y me temo que, si siguen adelante las «propuestas», lo será.
Pero los políticos en el poder siguen echando balones fuera, dicen que es cuestión de falta de presupuesto e inversiones. Pues no señor: es cosa de falta de racionalidad en la programación.
Ya no tengo espacio, pero déjenme lanzar un dardo más, ahora a la Universidad. Es un tema candente, en este momento. Conozco pocos desastres mayores que algunos de la Ley de Universidades del PP. ¿Por qué esas risibles pruebas de habilitación, que ahora mismo se están celebrando, en las que sólo se pide un currículo y una lección preparada en casa? Jueces y concursantes están vendidos: estos no pueden demostrar sus conocimientos, aquellos no pueden juzgarlos. ¿Por qué no se volvió a las oposiciones serias, con prácticos? Y la famosa endogamia sigue vigente con el nuevo sistema.
Racionalidad y acuerdo, en este y en muchos puntos más, es lo que haría falta. A ella deberían plegarse los partidos, olvidando la demagogia. Ya ven, no es cosa de falta de presupuesto.

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