«Prefiero
morirme antes que volver al instituto»
ABC
reúne testimonios de víctimas de acoso escolar, un drama invisible que sufren
miles de niños en España
MANUEL
TRILLO / MADRID
Día
18/11/2012 - 10.59h
«Prefiero
morirme antes que volver al instituto»
ISABEL
PERMUY
Cuando
Javier supo por las noticias que una menor se había quitado la vida en Ciudad
Real porque otros escolares le hacían la vida imposible, no pudo evitar
estremecerse: «Otros que no han hecho nada por evitarlo», comentó a sus padres.
La muerte de Mónica le hacía revivir su propio calvario, por el que había
pasado durante meses y del que aún no se ha recuperado del todo.
El
de Javier -nombre ficticio con el que su madre quiere proteger a este muchacho
de 15 años que todavía se siente amenazado-, como el de Mónica, es uno de los
muchos casos de acoso escolar que se producen cada día en España y que
convierten en una pesadilla la vida de chicos sin que apenas aflore la
situación hasta que se desborda. Apenas hay estadísticas fiables para estos
dramas invisibles, aunque se estima que la existencia de una tasa de hasta el
23,3% en España.
Mariví,
nombre también figurado de la madre de Javier, cuenta que todo empezó por «un
malentendido», cuando unos compañeros a los que se interrogaba por una fechoría,
sospecharon que su hijo era el «chivato» que los delató. A partir de entonces
le etiquetaron de «empollón», le atacaban en las redes sociales y decían de él
que era un «rarito» por no acudir a botellones, explica la madre. De ahí se
pasó al aislamiento, ya fuera en los ejercicios físicos en el gimnasio o en los
trabajos en grupo en clase. «Los amigos no le defendían porque tenían miedo de
que fueran también a por ellos», explica Mariví, que tardó tiempo en descubrir
la razón del cambio en el carácter de su hijo. «De venir contento del colegio,
empezó a estar muy callado, decía que no tenía ganas de comer y acurrucaba en
el sofá», recuerda.
Sobredosis
de pastillas
En
la tutoría le decían que todo iba normal y fue un profesor quien le puso sobre
la pista de que «alguien se estaba metiendo» con Javier. La madre acudió a la
directora, pero ésta le dijo que dijera quiénes eran los que le acosaban. Él,
temeroso, seguía sin soltar prenda. Así hasta que un día, meses después,
ingirió más pastillas para la alergia de las debidas y acabó en el hospital.
Allí por fin empezó a confesar y dio un par de nombres de quienes le
atormentaban. Se les hizo pedir perdón, pero el acoso, según la madre de la
víctima, no cesó y dos o tres meses después Javier volvió a derrumbarse y tuvo
que permanecer una semana hospitalizado para recibir atención psiquiátrica: «El
centro no hacía nada y él decía que prefería morirse antes que volver al
instituto», relata la madre. Más aún, aseguraba que «la profesora y la
directora le decían que no dijera nada a su madre». El hospital descartó que
fuera un chico con problemas psicológicos, sino que todo obedecía a lo que
sucedía en el centro. «Era una situación de indefensión total», señala Mariví,
que al final le cambió de centro. «Ahora está contento y ha engordado ocho
kilos, porque se había quedado en los huesos», señala. La madre de Javier ha
denunciado tanto a los presuntos acosadores como al instituto, en este caso por
su pasividad ante lo que estaba sucediendo.
Precisamente,
la especialista en acoso escolar Araceli Oñate, directora general del Instituto
de nnovación Educativo y Desarrollo Directivo, asegura que los niños están
«desprotegidos» ante la violencia en las aulas y no se está sancionando ese
tipo de conductas. «Con el actual sistema asambleario se tarda 20 días en poner
una sanción a un niño que tira una silla por la ventana y el resto observa que
la violencia es rentable». Y ante un caso de acoso, «en vez de vigilar, aislan
a la víctima». «Debería cortarse de raíz», advierte.
Rafael
Martínez: «Intentaron tirarme por la ventana cuando tenía 16 años»
La
adolescencia se convirtió en un infierno para Rafa Martínez. Aunque hoy tiene
23 años, todavía recuerda como una pesadilla su paso por la ESO en un centro
concertado de la ciudad. Ser un adolescente homosexual, incluso cuando todavía
no tenía plena conciencia de ello, le convirtió en el blanco de todo tipo de
burlas, vejaciones, insultos, amenazadas y agresiones físicas por parte de sus
compañeros.
«Era
un chico sensible, muy poquita cosa. Mis compañeros me hacían el vacío, así que
prácticamente sólo me relacionaba con la chicas de mi clase» relata Rafael, «me
llamaban mariquita, me robaban el material escolar... cuando salía de clase
intentaba no encontrarme a ningún compañero por la calle, porque entonces
intentaban pegarme».
Las
amenazas subieron de tono hasta que en 3º de ESO, cuando tenía 16 años, «dos
compañeros intentaron tirarme por una ventana de la clase, que estaba en un
segundo piso, porque en lugar de callarme decidí responder a sus insultos».
Otras veces, añade, «difundían bulos en clase sobre mí. Decían que estaba
enamorado de un compañero, y éste venía a pedirme explicaciones. Yo intentaba
convencerme a mí mismo de que no era gay, por miedo al rechazo social». Rafa encontró
el apoyo de sus padres, que le propusieron sacarlo del centro y matricularlo en
un instituto público. «Me negué por orgullo, porque en ese caso hubieran ganado
los que se dedicaban a acosarme», explica.
En
la actualidad, Rafael cursa estudios de Publicidad en la Universidad de
Alicante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario