LOCE: un intento de buscar soluciones
por Francisco Torres García
A todos ha sorprendido
encontrarse con una nueva sigla en el mundo de las siglas de la Educación, la
LOCE. Con ella, se afirma, se trata de corregir el rumbo negativo que ha tomado
la educación en España. Durante los próximos años una amplia serie de reformas
se van a implantar. La LOCE nos hace preguntarnos, ¿qué aporta esta Ley?
¿Tendrá una efectividad real? ¿Supone su aplicación el fin de la denostada
LOGSE? ¿Se cubrirán las expectativas y las demandas de la sociedad?
La Ley Orgánica de Calidad de la
Educación (LOCE) comienza, realmente, este curso académico su andadura
significativa tras los primeros cambios introducidos en el curso anterior. Con
éste se realiza un profundo cambio, sin cerrarla del todo, de la LOGSE,
probablemente la Ley de Educación más negativa de la historia de España desde
los tiempos de Isabel II. La LOCE nace con la intención de buscar soluciones y
salidas al problema de la Educación en España, sin obviar, por otra parte, las
necesarias adecuaciones a los sistemas educativos europeos. A pesar de los
anuncios y de la propaganda que suele acompañar estas medidas, son muchos los
que se preguntan por la realidad de la Ley.
La LOCE que, para muchos
profesionales de la enseñanza, independientemente del signo ideológico
particular, se presentaba como una luz al final del túnel a que les había
conducido la LOGSE, se ha convertido, pese a la polémica, en una esperanza de
cambio real. Lo que no oculta que la Ley presenta tantas luces como sombras.
No ha escapado a la Ley Orgánica
de Calidad de la Educación la tradición de aplicar las reformas de forma tan
pausada que, los positivos efectos correctores que de ella pueden derivarse,
tardarán tiempo en demostrarse; a ello acompaña, pese a las cifras genéricas
que se publican, una insuficiente dotación presupuestaria que permita
transformar las buenas intenciones en realidades tangibles.
Hasta el año 2007 no concluirá el
proceso de aplicación global de la LOCE, lo que, evidentemente, introduce
importantes elementos de incertidumbre en su futuro, ya que las decisiones
políticas y la presión demagógica de la oposición podrían introducir variables
no deseadas por la cerrada defensa del espíritu de la LOGSE que realizan. Sobre
todo si tenemos presente que una buena parte de los decretos que deben
desarrollar la LOCE todavía se encuentran en fase de elaboración.
La LOCE no sólo no supone -pese a
lo que se dice- la puesta en marcha de un sistema de enseñanza discriminatorio
para los alumnos en función de sus capacidades y rendimiento, sino que presenta
una solución legal a las posibilidades de continuar estudios que la LOGSE
dejaba sin solventar para aquellos alumnos de inferiores resultados. Sin
embargo, la ley falla a la hora de asumir y solucionar un problema que ya
planteaba la puesta en marcha de la LOGSE, la falta de igualdad de
oportunidades reales por la falta de oferta por parte de los centros al no
garantizarse la obligatoriedad en los itinerarios de estudios que impone la
Ley, que debería ser de obligado cumplimiento en, al menos, todas las
localidades. Menor importancia reviste el siempre polémico diseño de los
currículos, donde también pesan los intereses corporativos, ya que los defectos
de éste pueden ser subsanados por la práctica.
En esa línea otro de los aspectos
negativos es la supresión de todo lo referente a los mínimos que debían reunir
las instalaciones, los ratios profesor/alumno/aula, etc. que pueden acabar
afectando negativamente a la calidad de la enseñanza.
Las competencias de las
Comunidades Autónomas en materia de Educación también suponen incógnitas, ya
que una parte de la aplicación de lo dispuesto queda a expensas de la
legislación de las Comunidades y ahí los problemas de financiación podrían
acentuar tanto las diferencias como la aplicación y efectividad de las reformas.
Algo que afecta, por ejemplo, a la gratuidad de la etapa de tres a seis años en
los centros privados concertados. Lo positivo es que la Ley aspira a establecer
la gratuidad absoluta desde el nivel más bajo. Igualmente las posibilidades de
autonomía que abren para los centros pueden abrir espacios para la discusión al
entrar en los aspectos de contratación, aunque también sea positiva a la hora
de abrir esos espacios para la investigación.
¿Qué aporta la LOCE?
Desde el punto de vista académico
quizás lo más llamativo, por el escándalo y el daño que producía, sea la
eliminación de la denominada promoción automática que permitía a los alumnos
pasar de curso sin haber superado una sola materia (caso flagrante que sucedía,
por ejemplo, en los alumnos que pasaban de primero a segundo de la ESO,
suponiendo, en la realidad, elevar un muro infranqueable para el futuro de esos
alumnos convirtiéndolos en aspirantes a un fracaso escolar garantizado);
también elimina la posibilidad de superar la ESO con importantísimas lagunas de
conocimiento, reduciendo a la categoría de excepcionalidad la posibilidad de
obtener el título con dos materias no superadas (siempre que no sean
Matemáticas y Lengua conjuntamente); se vuelven a establecer las pruebas de
recuperación que permitían a muchos alumnos reintegrarse al curso con mayores
posibilidades al mantener una continuidad en el esfuerzo.
Mejora también tanto la Educación
Preescolar como la Infantil, sobre todo hasta los seis años ya que adelanta el
aprendizaje de lectura y escritura, así como de pequeños cálculos a los cuatro
años. También incluye, a partir de seis, el aprendizaje de una lengua
extranjera, adelantándolo en dos años. Al mismo tiempo amplia en primaria las
horas de Matemáticas o Lengua intentando subsanar así las deficiencias que este
aspecto presentan muchos alumnos cuando llegan a la secundaria.
Por su parte, la Formación
Profesional quizás sea la que menos reformas demandaba. Entre ellas la apertura
de posibilidades de continuar los estudios. De ahí que, como en la antigua FP,
los Programas de Iniciación Profesional, integrados en el sistema, aseguran al
alumno la obtención, al mismo tiempo, en caso de superarlos, el título de ESO.
Mucho más discutible es la
creación y aplicación de los itinerarios en la ESO, que, de algún modo, aunque
de forma no reglada y con cierto engaño indirecto al alumno, también estaban en
la LOGSE. Aunque la elección de un itinerario permite su cambio al curso
siguiente, no es menos cierto que la mayoría de los profesionales de la
Educación son conscientes de la falta de madurez del alumno en esas edades
(trece-quince) y la falta de decisión a la hora de tener pensado que tipo de
estudios quieren hacer. Lo lógico sería que el currículo básico de cualquier
itinerario de la ESO permitiera continuar estudios en cualquier bachillerato,
tal y como sucedía con las materias de su antiguo equivalente, el segundo de
Bachillerato Unificado Polivalente. Algo que podría subsanarse con la
introducción de optativas en el curso 2005-2006, pero que queda al libre
ejercicio de la voluntad.
Los problemas y puntos oscuros de
la LOCE que hemos subrayado de forma sintética han quedado o van a quedar
sepultados por la polémica que levanta la implantación de la llamaba Prueba
General del Bachillerato, la Reválida. Ejercicio que se pondrá en marcha, por
vez primera, en el curso 2005-2006, pero cuya forma y tipo se desconoce. Esta
prueba sustituirá a la Selectividad y a diferencia de ésta será obligatoria
para todos los alumnos que quieran obtener el título de Bachiller. La
imposición de la prueba viene, en realidad, determinada por dos razones que, a
muchos, parecen incontrovertibles: la primera, que este tipo de prueba existe
en los países más importantes de la UE y que, por tanto, es precisa para la correcta
convalidación de estudios; segunda, y esta es menos asumible, que sirve para
asegurar tanto el nivel medio de los conocimientos impartidos, así como los
mínimos exigibles para todos, como para introducir elementos de corrección en
las notas que salen de los centros. Pese a su polémica, de todos modos, dados
los resultados generales de la Selectividad, con un altísimo porcentaje de
aprobados, hada indica que ésta se convierta en un problema para los alumnos
difícil de superar.
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