La educación en España: Los años socialistas (La LOGSE)
Manuel Medrano. responsable del
área de Alta Inspección Educativa en La Rioja,diputado regional del PSR-PSOE
Me gustaría acercar a los lectores de La
Rioja, abusando de su tiempo, unas reflexiones personales sobre lo que ha
significado la LOGSE, lo que significa la LOCE y la oportunidad histórica que
se nos abre de llegar por fin a un consenso de las dos grandes fuerzas
políticas de este país en materia de educación. Desde mi inevitable perspectiva
de historiador creo -y por eso hago una reflexión previa de carácter histórico-
que ambas leyes educativas no se han visto libres del trasfondo dual de la
educación española: la existencia, pasada y presente, de dos redes, una pública
y otra privada mayoritariamente confesional, realidad estructural que creo aún
condiciona y no para bien todo debate sensato sobre el futuro de nuestro
sistema educativo
Entre la segunda mitad del siglo
XIX y las primeras décadas del XX se perfilan en los países occidentales los
diseños públicos de la educación: la educación pública de todas las clases
sociales hasta los 14 años (en el mejor de los casos); una educación secundaria
mucho más limitada a las clases medias y sectores acomodados y una elite
universitaria. Sobre este panorama general cada nación incorpora sus propias
peculiaridades: en algunos países las circunstancias políticas convierten al
Estado en casi único agente educativo. En España los avatares históricos, las
desamortizaciones, las compensaciones que los gobiernos conservadores dan a la
Iglesia y el excesivo peso que el catolicismo tiene en la sociedad española,
conforman un panorama educativo atravesado por la catolicidad, por una
estructura poderosa y estable de enseñanza en manos de la comunidad católica.
Así se irá generando un modelo educativo dual: una fuerte red de centros
religiosos que por regla general forman a las elites y a las clases medias y en
definitiva a las mentes llamadas a ser clases rectoras de la sociedad española;
mientras que el Estado, siempre anémico de medios, con mejores deseos que
potencialidades va conformando una red pública de centros bastante débil, con
una escolarización insuficiente y maestros mal pagados que difícilmente
consiguen retener a los niños en la escuela.
Esta situación condicionará a mi
juicio la posición que las fuerzas políticas contemporáneas presentarán ante la
cuestión educativa: los partidos conservadores y de orden tenderán a consolidar
y fortalecer la opción educativa de la Iglesia; los partidos de la izquierda,
republicana o socialista, tenderán a fortalecer el modelo público y, según su
mayor o menor grado de radicalidad ideológica o la tensión de los tiempos, a
respetar el statu quo heredado o a tratar de acabar con el poder educativo de
la Iglesia.
Llegamos así a la época en la que
el PSOE accede al poder (1982). Se encuentra el nuevo gobierno con una política
que, en los últimos años (Pactos de la Moncloa), ha impulsado una ambiciosa
construcción escolar. Aún sigue vigente la Ley General de Educación de Villar
Palasí. Respecto a lo que veníamos comentando, la realidad de una doble red de
centros: públicos, privados mayoritariamente religiosos, el gobierno socialista
se encuentra con esa inmodificada realidad.
EL PSOE recibe en los meses
anteriores a su llegada al poder nítidas manifestaciones de hostilidad de buena
parte de las patronales privadas, en el sentido de que la llegada de la
izquierda al poder va a significar lo que ellos llaman el final de la 'libertad
de elección para los padres', de la enseñanza religiosa, etc, etc. Nada sucede.
¿Se carga el PSOE la enseñanza privada o la reduce a la mínima expresión? Es
evidente que no. Si algo hizo el gobierno socialista fue ser respetuoso hasta
el extremo con los centros religiosos de enseñanza, que no se vieron
menoscabados en lo más mínimo, y que pudieron seguir ejerciendo la docencia sin
problemas de importancia. Es evidente que en aquellos años el gobierno de
González apostó por una fuerte inversión en la mejora de la educación pública:
medios, sueldos de docentes, incorporaciones masivas de nuevo profesorado,
etc.; a la vez que lógicamente preparaba el terreno para una reforma de las
leyes educativas, que tras unos años daría nacimiento a la LOGSE en octubre de
1990.
La LOGSE fue una ley inspirada en
una suerte de optimismo ilustrado, en la lógica de una educación para todos
acorde con los tiempos (¿malos tiempos para las Humanidades?), que buscaba la
inclusión de aquellos alumnos que por múltiples circunstancias, sociales,
intelectuales, etc., habían estado tradicionalmente condenados a una educación
insuficiente o a ser derivados prematuramente al mercado laboral. Este humanismo
teórico, inspirado en una bien entendida filosofía de la igualdad, fue una de
las mejores aportaciones de la ley. Hubo en ésta, y en otras normas, muchas
novedades positivas en las que no podemos profundizar aquí: elevación de la
escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años, apuesta por las nuevas
tecnologías, importancia de la tutoría, democratización de las decisiones
escolares, autonomía de los centros, intento de superación de la vieja división
excluyente entre centros de enseñanzas medias y centros de F.P., etc. Pero no
seríamos justos si no reconociéramos que la LOGSE tuvo fallos que se
evidenciaron con el tiempo. Los resumiremos en dos:
El más importante de todos fue
que una tan ambiciosa reforma, que no quería dejar a nadie en la cuneta, que
pretendía desarrollar todas las potencialidades de individuos diferentes, que
aspiraba a atender la diversidad, los idiomas, las nuevas tecnologías, la
opcionalidad, etc, no contó nunca ni bajo gobiernos socialistas ni populares
con los medios económicos, con la financiación (ciertamente impresionante) que
hubiera necesitado esa norma para sacar de sí todo lo bueno que llevaba dentro,
que era mucho.
El otro aspecto, más difícil de
plasmar y seguramente más controvertido, es que quizá pecó de un exceso de
pedagogismo y de psicologismo en la concepción-diseño del hecho educativo. Es
decir, los aspectos evolutivos del educando, su necesidad de integración,
cierta moda pedagógica de la escuela como juego, etc., parecieron prevalecer
sobre la fortaleza epistemológica de un currículo, que - se decía-, dejaba los
contenidos conceptuales en muchas ocasiones en un segundo plano.
Interesadamente se hizo cargar
contra la LOGSE la responsabilidad de una serie de fenómenos, desde el fracaso
escolar hasta los problemas de disciplina, cuyas raíces se alimentaban en
realidad fuera del aula. Los importantísimos cambios sociológicos que estaban
ocurriendo en España aceleradamente, la menor disponibilidad de tiempo de los
padres hacia los hijos, la debilitación de los vínculos de autoridad en el seno
de las unidades familiares, la existencia de poderosos canales alternativos de
(de) formación para las mentes de los jóvenes y el crecimiento de nuevas
generaciones de españoles en una cultura de bienestar, de 'tenerlo todo' propiciaron
una situación general de menor voluntad de esfuerzo y de sacrificio, de dar
menor valor a una educación gratuita, que siempre había sido un lujo para los
hijos de los trabajadores y que ahora se creía lo más normal del mundo. Estamos
hablando claramente de fenómenos que no son exclusivos de España, como no lo
son los serios problemas y las deficiencias que, presentes en las aulas
españolas, lo están de igual modo en otros muchos países occidentales que, mira
por donde, nunca tuvieron LOGSE.
© Diario La Rioja, 18/09/2004.
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